domingo, 26 de febrero de 2012

Rescatan fotos perdidas en el tsunami

El devastador tsunami del 11 de marzo del 2011 que destruyó pueblos enteros en la costa norte de Japón, incluyendo Ofunato, también se llevó valiosas memorias de sus habitantes con cientos de miles de fotografías perdidas en las agitadas aguas. Pero algunos de estos recuerdos encuentran ahora el camino de regreso a sus dueños, gracias al esmerado esfuerzo de un equipo que les limpia el fango, el polvo y la grasa.

Ofunato, Japón (Reuters) - En una habitación grande y luminosa, no lejos del mar que arrasó esta ciudad costera japonesa hace casi un año, un puñado de personas con lentes de aumento revisa cajas de fotografías de amigos o seres queridos. 

El masivo tsunami del 11 de marzo que arrasó edificios y ciudades a lo largo de una amplia franja del norte de Japón, incluyendo Ofunato, también afectó objetos más sutiles, como las cientos de miles de fotografías perdidas en las agitadas aguas. 

Pero ahora estos recuerdos poco a poco van haciendo el camino de regreso a sus propietarios, gracias a los denodados esfuerzos de un equipo que los limpia del barro, la suciedad y el aceite.
Ofunato ha contratado un equipo de siete empleados a tiempo parcial para ayudar a rescatar y clasificar las más de 350.000 fotos que se han acumulado después de haber sido traídas por la policía, bomberos, trabajadores de rescate y ciudadanos comunes y corrientes que buscaban entre los escombros.

A cargo de la limpieza y restauración de las fotos está Kinno Satoko, quien dijo que su trabajo es la segunda etapa en el maratón de la devolución de las fotos a sus dueños después de que se encuentran.
"Trato de recordar que la gente encontró estas fotos en medio de los escombros, y que de alguna manera los represento. Así que ahí es donde tengo mi motivación", dijo Kinno.

Las fotos encontradas son sometidas a un proceso de congelamiento, para evitar que las bacterias continúen creciendo hasta que puedan ser debidamente limpiadas y empacadas para su visualización.
La instalación guarda las fotos en contenedores congeladores de tamaño industrial hasta que puedan ser tratadas. Una vez realizado el tratamiento de limpieza se empaquetan en álbumes y son enviadas a complejos de viviendas temporales, con la esperanza de encontrar a sus dueños. Al verlos algunos se ríen y otros ojean los álbumes con rapidez, casi con desesperación. Pero incluso aquellos que no encuentran nada están muy agradecidos por la oportunidad de recuperar a través de álbumes llenos de fotos el paisaje de las zonas afectadas por el tsunami, ahora devastado.

Si alguien encuentra fotos que podrían pertenecer a otra persona, un miembro del equipo de Kinno se encargará de realizar la recorrida por los complejos de viviendas temporales que albergan a las víctimas para intentar ubicar a sus dueños. Miles de imágenes han regresado a manos de sus propietarios, pero otras tantas permanecen sin reclamar o congeladas. 

Kinno se compromete a continuar hasta que la última foto se vaya a casa.
"Realmente he empezado a darme cuenta de la profundidad y del significado que tienen éstas fotografías para sus propietarios, es por ello que quiero hacer todo lo posible para devolverlas", añadió.



Editado por Elaine Lies y Thatcher Jonathan. Agencia Reuters.
Traducción: Juan Mafud

sábado, 25 de febrero de 2012

Entrevista a Juan Travnik sobre la muestra histórica "El Transporte en la Argentina"

Canal 7 entrevistó a Juan Travnik, director de la FotoGalería del Teatro San Martín con motivo de la muestra de fotografías históricas "El transporte en la Argentina 1860 - 1960", auspiciada por la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía y co-curada por Abel Alexander.




lunes, 20 de febrero de 2012

Las grandes fotografías de Nadar



Nadar (Gaspard-Félix Tournachon)
París, 6 de abril de 1820 - 21 de marzo de 1910. Fotógrafo, periodista, ilustrador y caricaturista francés.

Por consejo de un amigo compró una cámara fotográfica que utilizó para recoger los retratos que habrían de servir de base de las caricaturas de su obra "Panthéon Nadar,1853", donde aparecieron grandes personajes de la política y la cultura del momento pertenecientes a su círculo de amistades, tales como Charles Baudelaire. Una foto que hizo a éste fue luego empleada como modelo por Manet para un grabado.

Nunca se planteó el retrato fotográfico como una actividad con la que ganar dinero, pues mantenía unas ideas estéticas sobre cómo realizar los retratos que le alejaban de los criterios más comerciales, pero que por el contrario lo elevaban al rango artístico. En todo momento se negó a colorear los retratos, así como a practicar cualquier tipo de retoque. También renunció a la utilización de elementos deatrezzo. Nadar únicamente se sirve de la luz -modo de iluminar al modelo- y del gesto -mirada y actitud de los modelos favorecida por la relajación de los amigos fotografiados-, como elementos principales de la fotografía.

Nadar hacía retratos como lo haría un pintor pero con un medio nuevo. Ha existido un largo debate científico sobre si copiaba/imitaba la pintura, aunque parece que finalmente se ha acabado con la polémica al reconocer que si bien es cierto que Nadar seguía los cánones clásicos ya sentados en la pintura con una técnica nueva, no deja de cultivar un género artístico del que también participa la pintura.

En las obras de Nadar lo importante es realmente el rostro del retratado razón por la cual se prescinde de adornos supérfluos. En aras del realismo desprecia el coloreado de las imágenes o su retoque buscando con ello una mayor claridad.

A Nadar se deben las primeras fotografías aéreas de la historia en el año 1856 realizadas con una cámara fotográfica desde un globo aerostático. Esta innovación tuvo un gran interés militar. En los años 1870 fue nombrado comandante de una compañía de globos aeroestáticos para tomar fotografías de las posiciones de los prusianosque cercaban el París de la Comuna.

También fue el primer fotógrafo en realizar fotografías con luz artificial consiguiendo captar imágenes de las catacumbas de París.

Está enterrado en el Cementerio de Père-Lachaise, en París.

Agradecemos especialmente a Gabriela Pellegrini por la digitalización de las imágenes.

Fuentes:
Nadar. Los Grandes Fotógrafos. Por Philippe Néagu.
Ediciones Orbis, S.A.
Barcelona. España. 1990.
Wikipedia

viernes, 3 de febrero de 2012

Nueva visita guiada a la muestra "El transporte en la Argentina. Fotografías 1860-1960"

Abel Alexander realizará nuevamente una visita guiada a la muestra, con entrada libre y gratuita.

El día viernes 17 de febrero a las 19:00 horas Abel Alexander, realizará una visita guiada a la exposición "El Transporte en la Argentina - Fotografías 1860-1960" en la FotoGalería del Teatro San Martín, Avenida Corrientes 1530. 

La exhibición que cuenta con el auspicio de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía, presenta más de 140 fotografías originales en sus diversas técnicas correspondientes a los siglos XIX y XX; las obras provienen de 11 colecciones privadas y exhiben las obras de destacados fotógrafos que trabajaron en la Argentina. 

Con entrada libre y gratuita.

Muestra fotográfica "El Transporte en la Argentina. 1860-1960"



A partir del miércoles 1º de febrero puede verse nuevamente, en la FotoGalería del Teatro San Martín –que dirige Juan Travnik–, la muestra "El transporte en la Argentina. Fotografías 1860-1960". Esta exposición de fotografía histórica argentina, integrada por imágenes de diferentes colecciones privadas, podrá ser visitada a diario hasta el domingo 4 de marzo, de lunes a viernes desde las 12 horas y los sábados y domingos desde las 14 horas hasta la finalización de las actividades del día en el teatro (Avenida Corrientes 1530). La entrada es libre y gratuita. 

Esta muestra de fotografía histórica, con las imágenes de las colecciones Cuarterolo, Guillermo Campion, César Gotta, Dirán Sirinian, Fernando San Martín, Carlos Marcelo Mazza, Delia Mazza, Silvio Killian, Roberto Conde, Juan Pangol y Abel Alexander, exhibe un atractivo panorama de la evolución de los medios de transporte en la Argentina. En esta ocasión, las imágenes muestran desde transatlánticos y grandes barcos, lanchas y diferentes tipos de navíos de variada envergadura, hasta carruajes de alquiler, carrozas de desfiles, carros y colectivos. Automóviles, trenes, aviones, motos, tranvías, subterráneos y cuanto elemento se haya utilizado para el transporte, tanto público como privado. Las grandes obras, las estaciones y terminales de trenes y de ómnibus, las actividades de mantenimiento y diferentes curiosidades que a lo largo del tiempo han quedado registradas a través de la fotografía. 

La curaduría de esta muestra fue realizada por Abel Alexander y Juan Travnik y cuenta con el apoyo de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía. El transporte en la Argentina. Fotografías 1860-1960 continúa de esta manera con el ciclo en el que cada año se presenta en la FotoGalería una muestra de fotografía antigua, con el aporte siempre generoso de los coleccionistas argentinos de este tipo de imágenes.

martes, 31 de enero de 2012

ASOCIACIÓN DE APOYO AL MUSEO HISTÓRICO NACIONAL. NUEVA COMISIÓN DIRECTIVA



Con la presencia del Director del Museo, José Antonio Pérez Gollán y el conjunto de asociados, la Asamblea General Ordinaria de la AAMHN eligió nuevas autoridades para el período 2012-2014.

Presidente: Jorge Carman, Secretario: Juan Macchiavello, Tesorero: Gustavo Álvarez Rodríguez, Vocales: María Silvina Paradisi y Abel Alexander, Revisores de cuentas: Carlos Mauricio Duella, Carlos Marcelo Mazza, Guadalupe Laborde y Alicia Chiesa.



miércoles, 28 de diciembre de 2011

El hechizo del fotolibro


La fotografía cobra más sentido en un libro que en una exposición. Esta evidencia se abre paso con el auge de los fotolibros. La fascinación por las ediciones brillantemente ilustradas hace de este tipo de publicaciones un regalo ideal para estas fechas.

Asistimos a un boom del libro fotográfico. Se multiplican las colecciones y las librerías especializadas, se organizan festivales internacionales monográficos y hasta acaba de aparecer, aprovechando la reciente edición de Paris Photo, una revista profesional exclusivamente consagrada al libro fotográfico, The Photobook Review, que publicará con periodicidad bianual la Fundación Aperture de Nueva York. Y todo esto sucede mientras malos farios vaticinan a la vez el fin del papel impreso y la muerte de la fotografía. Es evidente que los oráculos están para equivocarse.

El inicio de este apabullante interés tanto de parte del público como del mundo académico nos pilla cerca ya que cabe situarlo en la muestra Fotografía pública. Photography in Print 1919-1939, que Horacio Fernández comisarió para el Reina Sofía y cuyo magnífico catálogo propagó la conveniencia de una relectura de la historia de la fotografía a la luz de la página impresa y no de la imagen colgada. Muy poco después similares iniciativas y publicaciones siguieron la estela. En 2001 Andrew Roth daba a conocer la primera gran antología de libros fotográficos, The Book of 101 Books, que ampliaría ambiciosamente en 2004 con The Open Book. A history of the photographic book from 1878 to the present. Pero sin duda han sido los dos volúmenes de The Photobook: A History (2004 y 2006), de Martin Parr y Gerry Badger, los que han terminado convirtiéndose en la más respetada referencia para el sector. Y una vez sentado ese marco canónico global ha llegado la hora de hurgar en la producción de periodos o ámbitos geográficos más localizados.

Todos estos estudios parten de un idéntico cuestionamiento: ha sido a través de libros y catálogos que la obra de los fotógrafos se ha difundido y ha alcanzado repercusión e influencia. El acceso a los tirajes originales ha sido siempre restringido y relativamente minoritario (excepción hecha de la popular exposición The Family of Man, que en su itinerancia mundial recibió más de nueve millones de visitantes y del catálogo "sólo" se vendieron cuatro millones de ejemplares). A pesar de ello la versión de la fotografía que se nos ha ofrecido comúnmente sigue privilegiando la presentación de fotografías originales como objetos en los que se deposita el aura de la obra de creación. Este criterio no es sólo limitado sino a menudo erróneo, consecuencia a la par de mucha pereza intelectual y de los intereses del mercado. Muy pocas fotografías han sido realizadas para ser expuestas en galerías y museos, y en cierta medida su museización constituye un acto a contra natura de las intenciones de su autor. Aunque los primeros libros fotográficos aparecieron apenas cinco años después del anuncio oficial del arte de la luz, el fotolibro como género se consolidó con las vanguardias históricas y las nuevas ideas sobre la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica. Es a partir de ese momento que lo mejor de la creatividad fotográfica se encauzará hacia las artes del libro, el cartelismo y las revistas ilustradas.

A diferencia del álbum o del catálogo, el libro ya no se entiende como simple soporte de unas obras sino que devendrá obra en sí misma. Una obra coral en la que interviene el diseño, el grafismo y la tipografía, la secuencia de las imágenes, la maqueta, el texto, es decir, una conjunción de cualidades de concepto y de objeto. Entonces, en libros milimétricamente concebidos como una obra compacta, para entendernos como los de William Klein o Daido Moriyama, ¿tiene sentido desgajar una imagen suelta y presentarla en la colección de un museo? Pues esta descontextualización -por no llamarlo mutilación- ha tenido lugar con la plena aquiescencia de todo el estamento artístico. Pocos autores han tenido la gallardía de John Gossage cuando rechazó la oferta del flamante galerista neoyorquino Leo Castelli de exponer las fotografías contenidas en su libro The Pond (1985); Gossage adujo que no tendría sentido vender las imágenes separadamente porque la obra era el libro como tal. El crítico holandés Ralph Prins lo razonaba: "El fotolibro es una forma de arte autónoma, comparable a una escultura, una obra de teatro o una película. En él las fotografías pierden su propio carácter como mensajes por ellos mismos y se convierten en los componentes, expresados en tinta de imprenta, de una creación compleja llamada libro". Si la fotografía es básicamente huella y descripción, el libro le permite desplegar toda su sintaxis.

Esta actual atención al fotolibro reorienta pues los criterios de historiadores, conservadores de museos e investigadores universitarios sobre el legado artístico y social de la fotografía, pero como efecto colateral también ha disparado un coleccionismo frenético. Tanto instituciones como particulares se han lanzado a la caza de tesoros bibliográficos y los libros raros y antiguos desaparecen de rastros y encantes mientras en las librerías de viejo los protegen en vitrinas bajo llave. Las casas de subastas hacen su agosto. Christie's, la que más ha estado por la faena, informaba hace muy poco de la venta de Senchimentaru na Tabi (Un viaje sentimental, 1971), de Nobuyoshi Araki, por 17.000 dólares. Una ganga por un libro hecho con fotocopias y del que sólo existen 300 ejemplares, firmado por el autor que más se ha prodigado en la edición: 340 títulos en la calle. Pero una ganga también porque libros de autores más jóvenes se ofrecen por cifras desorbitadas. Por ejemplo, la maqueta de Sleeping by the Mississippi (2004), de Alec Soth, una auténtica vedette en el mundo del libro fotográfico, está a la venta por 65.000 dólares en Harper's Books. Por su parte, las piezas clásicas alcanzan cotizaciones astronómicas. En 2008 Christie's remató por 193.000 dólares un libro con fotomontajes del surrealista checo Jindrich Styrsky, en edición de 1933 limitada a 10 ejemplares. Todos estos datos pueden ser comprobados y ampliados en las páginas web de los distintos establecimientos; y aunque los casos citados son palabras mayores, no deja de ser sorprendente descubrir en portales asequibles como eBay los precios de salida de las publicaciones anheladas por los aficionados.

Pero más allá del aspecto crematístico lo más importante es que hoy el público puede disfrutar de una rica oferta que abarca desde las concepciones más tradicionales de libro ilustrado a las propuestas más experimentales y arriesgadas, y que por su parte los fotógrafos disponen de mejores opciones para desarrollar y difundir su trabajo. Además los repertorios de ambos se han visto implementados por los avances informáticos y la consolidación de Internet. Sin entrar en la cuestión del libro electrónico, que merece discusión aparte, la impresión digital y sobre todo el sistema print-on-demand posibilitan una extraordinaria versatilidad y autonomía, de las que se benefician especialmente las nuevas generaciones de fotógrafos para emprender proyectos editoriales, a menudo en régimen de autoedición. Cuando estudiantes y fotógrafos noveles muestran hoy su trabajo ya no extienden un conjunto de originales extraídos de un portafolio sino que presentan con naturalidad un boceto de libro, impreso mediante Blurb o similar. Este cóctel de innovaciones tecnológicas y planteamientos alternativos propicia operar fuera del sistema establecido. Los creadores pueden ahora controlar todo el proceso de producción y distribución de su obra, son autosuficientes con lo que el poder de las instituciones disminuye. Se mitiga el papel de los intermediarios como museos, conservadores, editores, galerías y críticos: el creador puede acceder directamente al público. Por otra parte la misma noción de autor entra en crisis: en una era de apropiacionismo generalizado, el valor del libro como obra integral está por encima de la autoría o procedencia de las imágenes. Por todo ello -y convendría tratarlo de forma más pormenorizada- no podemos limitarnos a enfatizar el fotolibro sólo como un formato expresivo más o menos de actualidad porque lo verdaderamente significativo es establecer su impacto en la transformación de la escena artística y por extensión de toda la cultura visual contemporánea.

Autor: Joan Fontcuberta
Fuente: Diario El país - España - 17/12/2011
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