miércoles, 28 de diciembre de 2011

El hechizo del fotolibro


La fotografía cobra más sentido en un libro que en una exposición. Esta evidencia se abre paso con el auge de los fotolibros. La fascinación por las ediciones brillantemente ilustradas hace de este tipo de publicaciones un regalo ideal para estas fechas.

Asistimos a un boom del libro fotográfico. Se multiplican las colecciones y las librerías especializadas, se organizan festivales internacionales monográficos y hasta acaba de aparecer, aprovechando la reciente edición de Paris Photo, una revista profesional exclusivamente consagrada al libro fotográfico, The Photobook Review, que publicará con periodicidad bianual la Fundación Aperture de Nueva York. Y todo esto sucede mientras malos farios vaticinan a la vez el fin del papel impreso y la muerte de la fotografía. Es evidente que los oráculos están para equivocarse.

El inicio de este apabullante interés tanto de parte del público como del mundo académico nos pilla cerca ya que cabe situarlo en la muestra Fotografía pública. Photography in Print 1919-1939, que Horacio Fernández comisarió para el Reina Sofía y cuyo magnífico catálogo propagó la conveniencia de una relectura de la historia de la fotografía a la luz de la página impresa y no de la imagen colgada. Muy poco después similares iniciativas y publicaciones siguieron la estela. En 2001 Andrew Roth daba a conocer la primera gran antología de libros fotográficos, The Book of 101 Books, que ampliaría ambiciosamente en 2004 con The Open Book. A history of the photographic book from 1878 to the present. Pero sin duda han sido los dos volúmenes de The Photobook: A History (2004 y 2006), de Martin Parr y Gerry Badger, los que han terminado convirtiéndose en la más respetada referencia para el sector. Y una vez sentado ese marco canónico global ha llegado la hora de hurgar en la producción de periodos o ámbitos geográficos más localizados.

Todos estos estudios parten de un idéntico cuestionamiento: ha sido a través de libros y catálogos que la obra de los fotógrafos se ha difundido y ha alcanzado repercusión e influencia. El acceso a los tirajes originales ha sido siempre restringido y relativamente minoritario (excepción hecha de la popular exposición The Family of Man, que en su itinerancia mundial recibió más de nueve millones de visitantes y del catálogo "sólo" se vendieron cuatro millones de ejemplares). A pesar de ello la versión de la fotografía que se nos ha ofrecido comúnmente sigue privilegiando la presentación de fotografías originales como objetos en los que se deposita el aura de la obra de creación. Este criterio no es sólo limitado sino a menudo erróneo, consecuencia a la par de mucha pereza intelectual y de los intereses del mercado. Muy pocas fotografías han sido realizadas para ser expuestas en galerías y museos, y en cierta medida su museización constituye un acto a contra natura de las intenciones de su autor. Aunque los primeros libros fotográficos aparecieron apenas cinco años después del anuncio oficial del arte de la luz, el fotolibro como género se consolidó con las vanguardias históricas y las nuevas ideas sobre la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica. Es a partir de ese momento que lo mejor de la creatividad fotográfica se encauzará hacia las artes del libro, el cartelismo y las revistas ilustradas.

A diferencia del álbum o del catálogo, el libro ya no se entiende como simple soporte de unas obras sino que devendrá obra en sí misma. Una obra coral en la que interviene el diseño, el grafismo y la tipografía, la secuencia de las imágenes, la maqueta, el texto, es decir, una conjunción de cualidades de concepto y de objeto. Entonces, en libros milimétricamente concebidos como una obra compacta, para entendernos como los de William Klein o Daido Moriyama, ¿tiene sentido desgajar una imagen suelta y presentarla en la colección de un museo? Pues esta descontextualización -por no llamarlo mutilación- ha tenido lugar con la plena aquiescencia de todo el estamento artístico. Pocos autores han tenido la gallardía de John Gossage cuando rechazó la oferta del flamante galerista neoyorquino Leo Castelli de exponer las fotografías contenidas en su libro The Pond (1985); Gossage adujo que no tendría sentido vender las imágenes separadamente porque la obra era el libro como tal. El crítico holandés Ralph Prins lo razonaba: "El fotolibro es una forma de arte autónoma, comparable a una escultura, una obra de teatro o una película. En él las fotografías pierden su propio carácter como mensajes por ellos mismos y se convierten en los componentes, expresados en tinta de imprenta, de una creación compleja llamada libro". Si la fotografía es básicamente huella y descripción, el libro le permite desplegar toda su sintaxis.

Esta actual atención al fotolibro reorienta pues los criterios de historiadores, conservadores de museos e investigadores universitarios sobre el legado artístico y social de la fotografía, pero como efecto colateral también ha disparado un coleccionismo frenético. Tanto instituciones como particulares se han lanzado a la caza de tesoros bibliográficos y los libros raros y antiguos desaparecen de rastros y encantes mientras en las librerías de viejo los protegen en vitrinas bajo llave. Las casas de subastas hacen su agosto. Christie's, la que más ha estado por la faena, informaba hace muy poco de la venta de Senchimentaru na Tabi (Un viaje sentimental, 1971), de Nobuyoshi Araki, por 17.000 dólares. Una ganga por un libro hecho con fotocopias y del que sólo existen 300 ejemplares, firmado por el autor que más se ha prodigado en la edición: 340 títulos en la calle. Pero una ganga también porque libros de autores más jóvenes se ofrecen por cifras desorbitadas. Por ejemplo, la maqueta de Sleeping by the Mississippi (2004), de Alec Soth, una auténtica vedette en el mundo del libro fotográfico, está a la venta por 65.000 dólares en Harper's Books. Por su parte, las piezas clásicas alcanzan cotizaciones astronómicas. En 2008 Christie's remató por 193.000 dólares un libro con fotomontajes del surrealista checo Jindrich Styrsky, en edición de 1933 limitada a 10 ejemplares. Todos estos datos pueden ser comprobados y ampliados en las páginas web de los distintos establecimientos; y aunque los casos citados son palabras mayores, no deja de ser sorprendente descubrir en portales asequibles como eBay los precios de salida de las publicaciones anheladas por los aficionados.

Pero más allá del aspecto crematístico lo más importante es que hoy el público puede disfrutar de una rica oferta que abarca desde las concepciones más tradicionales de libro ilustrado a las propuestas más experimentales y arriesgadas, y que por su parte los fotógrafos disponen de mejores opciones para desarrollar y difundir su trabajo. Además los repertorios de ambos se han visto implementados por los avances informáticos y la consolidación de Internet. Sin entrar en la cuestión del libro electrónico, que merece discusión aparte, la impresión digital y sobre todo el sistema print-on-demand posibilitan una extraordinaria versatilidad y autonomía, de las que se benefician especialmente las nuevas generaciones de fotógrafos para emprender proyectos editoriales, a menudo en régimen de autoedición. Cuando estudiantes y fotógrafos noveles muestran hoy su trabajo ya no extienden un conjunto de originales extraídos de un portafolio sino que presentan con naturalidad un boceto de libro, impreso mediante Blurb o similar. Este cóctel de innovaciones tecnológicas y planteamientos alternativos propicia operar fuera del sistema establecido. Los creadores pueden ahora controlar todo el proceso de producción y distribución de su obra, son autosuficientes con lo que el poder de las instituciones disminuye. Se mitiga el papel de los intermediarios como museos, conservadores, editores, galerías y críticos: el creador puede acceder directamente al público. Por otra parte la misma noción de autor entra en crisis: en una era de apropiacionismo generalizado, el valor del libro como obra integral está por encima de la autoría o procedencia de las imágenes. Por todo ello -y convendría tratarlo de forma más pormenorizada- no podemos limitarnos a enfatizar el fotolibro sólo como un formato expresivo más o menos de actualidad porque lo verdaderamente significativo es establecer su impacto en la transformación de la escena artística y por extensión de toda la cultura visual contemporánea.

Autor: Joan Fontcuberta
Fuente: Diario El país - España - 17/12/2011
Ver nota en el sitio del diario AQUÍ

lunes, 28 de noviembre de 2011

domingo, 27 de noviembre de 2011

Nuevo libro: Historia de la Fotografía en Bolivia




La Historia de la fotografía en Bolivia es un proyecto por presentar una visión panorámica de su evolución a través de la trayectoria de los fotógrafos más importantes y, quizá en un principio, de los anónimos. Desde hace varios años acariciábamos la realización de una gran historia de la fotografía boliviana, que mostrase un panorama exhaustivo de la actividad fotográfica en Bolivia, desde sus inicios hasta la primera década del siglo XXI.

El lenguaje fotográfico, desde su aparición, ha acompañado el proceso de constitución de la nación boliviana. La fotografía se constituye, en consecuencia, en un aporte a la historia.



SUÁREZ SAAVEDRA, Fernando.
Historia de la fotografía en Bolivia: desde sus orígenes hasta 1900. Sucre: Nuevo Gobierno Municipal Autónomo de Sucre, 2011. 219 p.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Normandía, 1945 vs Normandía, 2005

Territorios históricos donde se desarrolló la segunda guerra mundial. 

Formidable el trabajo de ubicar los lugares y hacer el paralelo fotográfico del antes y ahora, después de 60 años. Maravilloso es ver la voluntad del hombre de querer volver a reconstruir sus espacios y sus casas.

Descargar presentación AQUÍ

Los pioneros que dijeron whisky

El misterioso caso de un libro del siglo XIX, con fotografías de San Rafael, que fue encontrado en la Biblioteca General San Martín.

En Mendoza ya existe un nuevo nombre, otra historia más por conocer, a partir de un libro misterioso y casi fantasmal, simple apenas en su título: “Vistas de San Rafael – Provincia de Mendoza”.

Es un volumen con tantas fotografías que apenas si hay una línea de texto, minimalista como el más actual, a lo largo de su recorrido. Ni siquiera se sabe con exactitud cuándo fue editado e impreso. El cálculo más “joven” lo hace añejo y complejo, como pocos vinos de guarda: por lo menos un siglo de existencia. El autor de las fotografías, allí donde se haya escondido, tuvo apellido, Caruana, y apenas dos letras, a modo de iniciales: “L.A.”.

Ésta es una breve historia acerca de un fotógrafo fuera de catálogo, artífice de escenas extraordinarias y, por varias razones, ineludible. "La invención de la fotografía hizo en el arte una revolución tan grande como la invención de los trenes en la industria", se ha dicho, con sobradas razones.

Hay apenas dos ejemplares de este libro de fotografías, texto de pulcro diseño y concepto gráfico que nada envidiaría a las mejores ediciones contemporáneas de libros de arte. Estos trabajos eran llamados “álbum”, la nomenclatura de la mayoría de estos testigos de la historia.

Ambos ejemplares se encuentran entre distintas secciones de la Biblioteca San Martín, próximos a su restauración. Es un par que se encuentra igual que aquellos parientes perdidos y olvidados, en formato televisivo. Existe un tercer ejemplar, aunque en manos de un coleccionista privado (nunca mejor aplicada la expresión “en manos de un coleccionista privado”). Un cuarto, en la biblioteca del Museo de Historia Natural de San Rafael.

Aquí, algunas de las imágenes que desnudan un San Rafael joven y desconocido.

Ver galería de imágenes AQUÍ


Fototipia

Fue el método empleado con las fotografías de Caruana para la impresión del libro. En 1868, Eugene Albert en Munich mejoró la fototipia, cercana a la litografía pero realizada sobre vidrio. Este proceso permitió la construcción de máquinas a motor capaces de tirar hasta mil pruebas de una misma placa con una sutileza notable. El procedimiento permitía tirar un número limitado de 500 copias, ya que una vez deteriorada la gelatina se perdía nitidez. Fue un sistema común para la impresión de postales, desde 1897 hasta mediados del siglo XX.

Marco histórico

Desde 1880 el naturalismo está en todo el arte y se une a la imprenta rioplatense, que se perfecciona e incorpora tecnología industrial más avanzada, aunque muchos autores y editores, por costo o prestigio, aún enviaban originales a las prensas de Viena, París, Leipzig, Barcelona y Madrid.

Jacobo Peuser se inicia como editor en 1881 con el volumen "Descripción amena de la República Argentina", de Estanislao Cevallos. Allí se realizaron las primeras fototipias y fotocromías del país y donde se compone el primer libro en linotipo (1898).

Fotógrafos de viajes

Entre viajes célebres, al calor de la aventura con el propósito de ilustrar libros, se destacan los de Charles Clifford a España, Désiré Charnay a México, Robertson a la India, Carla Ponti a Venecia y Roben Mac Pherson al Vaticano.

Libros raros y en remate

Hace 4 años, el Catálogo de Subasta presentado por la casa Bullrich, Gaona, Wernicke presentó un ejemplar que tuvo mejor suerte que “Vistas de San Rafael”. Es que salió a la venta un texto que podría guardar algunas similitudes, o por lo menos aproximarnos. Es el caso de “El Gran Chaco Argentino”, bajo la autoría de Melitón González, editado en 1890 por la Cía.

Sudamericana de Billetes de Banco. Las medidas del ejemplar son similares a “Vistas…” ( 20,7 x 15 cm). Se trata de impresión “dedicada al Instituto Geográfico Argentino”. El índice es un viaje intenso: “Exploración de los Ríos Bermejo, Negro, de Oro”. Posee ilustraciones, 14 fototipias, vistas “de edificios, indios Tobas, establecimientos San Carlos, Las Palmas”. El precio base, hace cuatro años, era de 100 dólares.

Horacio Quiroga, fotógrafo en la selva

Leopoldo Lugones en su libro “El Imperio Jesuítico”, de principios de 1900, detalla el trabajo como fotógrafo del escritor Horacio Quiroga.

Lugones llegó en misión oficial a las ruinas de las reducciones jesuíticas, contratando al escritor para lo que sería, al fin, su viaje iniciático por la selva. Quiroga, deslumbrado, luego se instalaría en el Chaco, donde compraría 185 hectáreas en San Ignacio.

Dirá Lugones sobre aquel trabajo: “Los dibujos y los planos que presento - entre los cuales sólo hay dos fotografías - tienden realmente a “ilustrar” el texto, sin esperar que el lector se divierta; por lo demás, los datos incluidos en él sobran hasta para guiar a los “turistas”, si su intrépida ubicuidad llega a derramarse por aquellos escombros...”. 


Autor: Mauricio Runno 
Fuente: Diario Los Andes - Suplemento Estilo 
Domingo 20 de noviembre, 2011.


Visita guiada a la muestra "El transporte en la Argentina. Fotografías 1860-1960"

Abel Alexander realizará una visita guiada, con entrada libre y gratuita.

El día viernes 2 de diciembre a las 19 horas Abel Alexander, realizará una visita guiada a la exposición "El Transporte en la Argentina - Fotografías 1860-1960" en la FotoGalería del Teatro San Martín, Avenida Corrientes 1530. 

La exhibición que cuenta con el auspicio de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía, presenta más de 140 fotografías originales en sus diversas técnicas correspondientes a los siglos XIX y XX; las obras provienen de 11 colecciones privadas y exhiben las obras de destacados fotógrafos que trabajaron en la Argentina. 

Con entrada libre y gratuita.

domingo, 20 de noviembre de 2011

El homenaje de Google a Louis - Jacques - Mandé Daguerre

El pasado viernes 18 de noviembre Google sorprendió a sus usuarios con un original "Doodle" para homenajear, en el 224 aniversario de su natalicio a uno de los padres de la fotografía, Louis-Jacques-Mandé Daguerre.

La imagen de un daguerrotipo inmortalizando a una familia cuyos rostros formaban la palabra "Google" fue el motivo elegido para este reconocimiento al inventor de uno de los procedimientos técnicos que cambiaron la historia de la humanidad: el daguerrotipo.





lunes, 14 de noviembre de 2011

Subastan en Londres un album con fotografías de Esteban Gonnet

El martes 15 será subastado por la prestigiosa casa Sotheby’s, con una base de U$S 100.000,  un álbum compuesto por 77 albúminas -incluyendo cuatro en formato panorámico- atribuidas al gran fotógrafo Esteban Gonnet.

El álbum perteneció al diplomático británico Sir Francis Clare Ford (1828-1899), quién se desempeñó como representante de la corona en nuestro país entre 1865 y 1866.

Ver más información AQUÍ

domingo, 13 de noviembre de 2011

Viajeros a través de la fotografía

El Transporte en la Argentina. Fotografías 1860 - 1960.
Muestra Histórica - Fotográfica

Hasta mediados del siglo XIX solo los pintores, dibujantes y grabadores documentaban a pincel y buril, el especial mundo de carretas, diligencias y veleros.

El arribo de la fotografía a partir de la década de 1840, producirá un cambio sustancial en el registro de los medios de transporte en nuestro país.

Primero el daguerrotipo y luego la multiplicable fotografía generan imágenes de tal asombrosa fidelidad, que terminarán definitivamente con el reinado de los registros pictóricos sobre estos medios de comunicación.

Cuando el 29 de agosto de 1859 La Porteña avanza entre nubes de vapor inaugurando la modernidad, ya se encuentra la cámara del italiano Antonio Pozzo documentando el naciente ferrocarril argentino El alemán. Adolfo Alexander registra hacia 1863 los carruajes de alquiler en la Plaza de la Victoria y, en el año1864, Esteban Gonnet congela en su álbum "Recuerdos de Buenos Ayres" los primeros tranvías a caballo partiendo desde la Estación del Norte.

A estos nombres se suman pioneros como Benito Panunzi, George Holtzweissig, Christiano Junior, Samuel y Arturo Boote, Samuel Rimathé e, inclusive a partir de 1889, los entusiastas miembros de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados.

La fotografía se multiplica y abarca las extendidas comunicaciones de nuestra inmensa geografía; fotógrafos profesionales, amateurs, reporteros gráficos o documentalistas registran adelantos técnicos como la electrificación de la red tranviaria, la primera linea subterránea (1913), los modernos transatlánticos y otras conquistas que reducen distancias.

En esta 12º exposición anual en la FotoGalería del Teatro San Martín - que dirige Juan Travnik - la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía brinda - a través más de 140 fotografías originales de los siglos XIX y XX provenientes de 11 colecciones privadas - un riquísimo panorama que nos muestra como viajaban nuestros antepasados.

Abel Alexander.
Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía.


Las colecciones; Abel Alexander, Guillermo Campion, Roberto Conde, Colección Cuarterolo, César Gotta, Silvio Killian, Carlos Marcelo Mazza, Delia Mazza, Juan Pangol, Fernando San Martín y Diran Sirinian.

Agradecimientos:
Juan y Alhelí Mafud y Carlos Marcelo Mazza




El Transporte en la Argentina. Fotografías 1860 - 1960.
Muestra Histórica - Fotográfica
Desde el martes 22 de noviembre, 2011.
FotoGalería. Teatro San Martín.
Av. Corrientes 1530. Buenos Aires, Argentina.
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

+ INFO: http://www.complejoteatral.gob.ar/  / Descargar gacetilla de prensa AQUÍ

sábado, 12 de noviembre de 2011

Robert H. Vance, Pionero del Daguerrotipo en Chile


Una faceta desconocida

Existe una faceta casi desconocida sobre la historia del daguerrotipo en los Estados Unidos, nos referimos a la actividad que desarrollaron gran cantidad de profesionales norteamericanos más allá de sus fronteras nacionales, muchos de los cuales volcaron sus afanes comerciales o documentales, viajando cámara en mano hacia las antiguas colonias españolas de América del Sur.

Estos pioneros, cuyas vidas y accidentadas travesías son dignas de figurar en verdaderos films de aventura, fueron de hecho, los heroicos introductores - y eficaces divulgadores - del novísimo arte de Niépce y Daguerre en esta parte del mundo.

La mayoría de aquellos daguerrotipistas fueron itinerantes, su sistema operativo consistía en instalar precarios atelieres en las principales ciudades, y luego de agotada la novedad y ante la falta de ventas, se trasladaban al siguiente pueblo en largas y agotadoras giras, que a veces duraban años. Otros - una minoría - terminó afincándose en alguna capital, generalmente por razones familiares y sus establecimientos gozaron de enorme prestigio entre la población local.

En líneas generales, podemos dividir a estos daguerrotipistas en dos grandes grupos o "corrientes", la llamada del Atlántico y la del Pacífico: en la primera son insoslayables los nombres de Charles De Forest Fredricks, John Bennet, A. Halsey y otros, mientras que la segunda ostenta figuras de la talla de Charles V. Ward, Jacob Ward, H. D. W. Moulton, J. W. Newland y Robert H. Vance. En este caso nos ocuparemos de la figura de Robert H. Vance y su relación con la temprana etapa del daguerrotipo en Chile y la costa del Pacífico. (1)


Los inicios del daguerrotipo en Chile

Para ubicar en su exacto contexto la actuación durante más de tres años de Robert H. Vance en Chile, nos parece oportuno reseñar la historia del daguerrotipo en este país desde su advenimiento hasta 1850.

A pesar de los deficientes comunicaciones de la época, las noticias producidas en París sobre el asombroso invento del daguerrotipo, se conocieron casi inmediatamente en las grandes capitales latinoamericanas; ya en 1839 y 1840 los lectores - la capa más ilustrada de la sociedad - de los principales diarios de México, Montevideo, La Habana, Buenos Aires o Río de Janeiro, se informaban sobre las comunicaciones de la Academia de Ciencias de París, los discursos de François Arago, detalles sobre Niépce y Daguerre y hasta pormenores sobre el sistema del inglés Fox Talbot.

Luego de un largo periplo, arribó al puerto de Valparaíso la fragata francesa "L'Orientale", el hecho producido el 1º de junio de 1840 marca los inicios del daguerrotipo en Chile. Esta expedición pedagógica-científica puede considerársela como la introductora del daguerrotipo en América del Sur; el navío que había hecho escalas en Salvador de Bahía, Río de Janeiro, Santos y Montevideo, llevaba a bordo una cámara "Giroux" operada por el sacerdote Louis Compte, quien había recibido instrucciones del mismo Daguerre antes de la partida del puerto de Nantes en octubre de 1839.

El día 6 de junio de 1840, el diario "El Mercurio" de Valparaíso se hace eco de esta importante visita y publica un extenso comentario sobre las características técnicas del daguerrotipo y sus aplicaciones prácticas para el arte y las ciencias. De esta manera el culto público de esta ciudad mercantil tuvo acceso a una detallada información sobre este sistema. El abate Compte que desembarcó en Montevideo por razones de salud, se libró de presenciar el triste naufragio de la fragata, que encalló sobre unas rocas submarinas y se hundió en la rada de Valparaíso el 23 de junio de 1840 cuando partía rumbo al Perú.

A principios de 1841 llegaba a Santiago una completa cámara de daguerrotipo, la misma fue enviada desde París por el Ministro chileno en Francia, Don Francisco Javier Rosales con destino al famoso Instituto Nacional, el generoso donante aclaraba que el aparato sería "... muy importante para los que se dedican a la pintura y particularmente a la arquitectura." Lamentablemente el equipo arribó con serias roturas, por las condiciones del viaje y nunca pudo ser utilizado.

Como en tantas ciudades latinoamericanas, el aprovechamiento comercial del daguerrotipo estuvo en manos francesas, sus actuaciones en tal sentido fueron pioneras, Chile entonces no podía ser una excepción; el 21 de octubre de 1843 el artista itinerante Philogone Daviette anuncia en Santiago que "... sus retratos sacados por el daguerreotypo (sic) en algunos segundos y obrando a la sombra no pueden admitir comparación."

Un año después, pero en el puerto de Valparaíso, Monsieur Hulliel se establece sobre la Plazuela de San Francisco, declara por anuncios en la prensa que ha tomado lecciones de Mr. Lerebours en París y de Mr. Claudet en Londres, recomienda a sus clientes vestidos de tono oscuro para la toma de retratos; disponía de una cámara de un cuarto de placa y ofrecía este sistema a 10 pesos chilenos, pero aclaraba que "... se aumentará un peso por cabeza cuando se copie un grupo."

Luego vendrían otros profesionales extranjeros a explotar este nuevo arte del retrato mecánico, en su mayoría franceses, ingleses, alemanes y norteamericanos, estos pioneros actuaron en su mayoría instalados en las grandes ciudades del país, como Santiago, Valparaíso, Concepción, Copiapó o Coquimbo.


Robert H. Vance, daguerrotipista y viajero

Podemos considerar ahora a Vance, como uno de los tempranos daguerrotipistas itinerantes de origen norteamericano que, con una mezcla de amor por las aventuras y afán de lucro, divulgaron este flamante sistema por los países de habla hispana. Su nacimiento se produjo durante el año 1825 en el poblado de Baring, del estado de Maine (2) Hacia 1845, Vance ya se encontraba establecido en Boston, capital de Massachusetts; su vinculación con el daguerrotipo se produce ese mismo año, cuando en sociedad con John A. Lerow fundan la firma Vance & Lerow regenteando un estudio o galería sobre la Allen Street 58, tiempo después la sociedad se mudó a un local sobre Washington Street Nº 91, una arteria comercial donde también ejercían otros daguerrotipistas (3)

Palmquist (1991) supone que Vance, pudo aportar una fuerte suma de dinero - producto de una herencia familiar - como una forma de ingresar al negocio del daguerrotipo, es probable también, que Lerow - quien doblaba en edad al joven de Maine - fuera el maestro de Vance en el arte de Mr. Daguerre.

Durante la primavera y el verano de 1846 Vance trabajó en la ciudad de Doves, estado de New Hampshire; en 1847 la sociedad Vance & Lerow se disuelve y a partir de ese año continúa operando, pero ahora bajo el nombre de Lerow & Company.

La trayectoria daguerreana de Vance en Boston ha dejado pocas huellas, existen algunas referencias en el "Boston Directory" y se conserva una excelente cámara de daguerrotipo, que en la montura de bronce del objetivo se grabó la siguiente leyenda "Vance & Lerow, 91 Washington St., Boston.", hoy esta pieza integra la colección de Allen & Hilary Weiner.

Fue durante ese año y a raíz de su desvinculación comercial con Lerow, cuando Vance decidió emprender su gigantesco viaje por América del Sur; nos preguntamos que impulso lo llevó a abandonar su lucrativo negocio en una de las ciudades más elegantes de la Unión para aventurarse por regiones desconocidas, Palmquist (1991) señala algunas hipótesis, entre las que se cuentan la influencia de algunos relatos periodísticos sobre grandes viajeros, las proyecciones luminosas de gigantescos panoramas con vistas de exóticas ciudades y hasta el afán de imitar a otros daguerrotipistas itinerantes, como John Mix Stanley quien con su cámara a cuesta documentó tribus americanas, participó en expediciones militares y viajó incluso a las remotas Islas Hawai en el Pacífico.

A estas probables hipótesis nosotros le agregaríamos que, luego de dos años confinado en un estrecho estudio daguerreano, ubicado a pocas cuadras de uno de los mayores puertos de ultramar del mundo y el deseo de viajar por aquellos mares, debe haber actuado en su corazón impetuoso como un gatillo sobre el percutor; a esto hay que sumarle la extrema juventud del protagonista y la certeza de contar con una profesión sumamente rentable y que de hecho representaba una tecnología de avanzada en aquellas remotas regiones del sur.

También el momento era oportuno, dos años trabajando codo a codo junto al veterano John A. Lerow le habían proporcionado una amplia experiencia y los secretos de este nuevo oficio; y si a esto le agregamos la disponibilidad de un importante capital debido a la disolución de la sociedad, veremos entonces que los fondos para instrumentar un largo viaje de negocios estaban a su disposición y la idea de embarcarse rumbo al extranjero no era en absoluto una decisión descabellada.

Lógicamente nos quedan muchas preguntas sin respuesta sobre este casi desconocido viaje atlántico. ¿Por qué Vance desechó la posibilidad de explotar comercialmente el novedoso daguerrotipo - como tantos de sus colegas - en las grandes ciudades latinoamericanas y viajó directamente hasta el extremo sur del continente, teniendo como destino final el puerto de Valparaíso, Chile? ¿Qué negocio tan especial lo esperaba en aquella nación, que desechó plazas tan atractivas para su profesión, como lo eran por esos años, La Habana, México, la Corte Imperial de Río de Janeiro, Montevideo o la cosmopolita Buenos Aires? ¿0 su propósito original era dirigirse a Chile como una simple escala hacia las islas de la Polinesia y desde allí saltar hacia los misteriosos países asiáticos? ¿En definitiva, qué poderosa razón tuvo este joven y ambicioso empresario, para permanecer tres años y cinco meses en aquella pequeña nación andina, mientras recibía constantemente noticias tan excitantes para su profesión, como la guerra norteamericana-mexicana, o lo que es peor aún, la locura colectiva que se apoderaba todas las semanas del puerto de Valparaíso cuando veleros y vapores descargaban oro recién extraído de los fabulosos yacimientos de California? Sabemos que durante tres años y medio no salió de Chile.

¿Su larga permanencia aquí se debió a motivos amorosos? Realmente son muchos los interrogantes que nos apasionan sobre esta parte de su vida y para los cuales quizás nunca encontraremos respuesta a estas preguntas.


Vance arriba a Chile

Partiendo de Boston y luego de un largo viaje de circunnavegación por las costas americanas, Robert H. Vance arribó a fines de febrero de 1847 al puerto de Valparaíso; lo que sus ojos pudieron apreciar de esta nueva realidad está perfectamente descrito por un contemporáneo suyo, el ingeniero de minas Paul Treutler (1958) en su obra "Andanzas de un alemán en Chile, 1851-1863" que dice al respecto: "... el puerto, donde se encontraban al ancla centenares de buques más grandes o más pequeños, pertenecientes a los más diferentes países y cuyas aguas eran cruzadas por innumerables botes, ofrecía un espectáculo muy interesante. Se movían en él grandes vapores, apurando con sus estridentes pitazos a los pasajeros retrasados; algunos veleros levaban anclas, y los alegres cantos de los marineros se escuchaban desde nuestro sitio, la banda de un buque de guerra británico tocaba God save the Queen; y la de un buque de guerra francés, alguna marcha de asalto, y volaban alrededor de nuestro buque grandes cantidades de gaviotas y alcatraces, peleándose con gran gritería los despojos de cocina tirados por la borda."

Pocos días después, exactamente el 8 de marzo de l847, el daguerrotipista Robert H. Vance en sociedad con otro profesional de apellido Hoytt - seguramente norteamericano - se da a conocer como retratista a los vecinos de la ciudad-puerto, ofrecía en esta oportunidad distintas variantes de retratos. Este primer contacto con el público chileno, lo realiza a través de las páginas del principal diario del país, "El Mercurio" prestigiosa publicación fundada en 1827 por el norteamericano Thomas G. Wells. El joven Robert - sólo contaba con 22 años de edad - con una clara visión empresarial, utilizó las páginas de este periódico para publicitar sus distintos establecimientos de retratos. Estos anuncios llenos de valiosa información sobre su actividad profesional y los distintos viajes de negocios, constituyen, según nuestro criterio, parte importante de la literatura fotográfica de Chile durante el siglo XIX.

Es importante resaltar el pionerismo fotográfico de Vance en Chile. Su actividad a partir del verano de 1847 lo convierte cronológicamente entre uno de los primeros 10 daguerrotipistas que actuaron en esa nación sudamericana. En este escaso grupo de pioneros, sólo un equipo norteamericano lo procedió en este negocio, fueron los legendarios hermanos Charles y Jacob Ward, quienes ya se encontraban establecidos aquí a partir de 1844 y cuya relación con Vance veremos más adelante.

Si debemos guiarnos por las estadísticas, diremos que, la etapa del daguerrotipo en Chile se extendió entre 1843 hasta los primeros años de la década del '60. En estos 20 años de vigencia trabajaron en el país alrededor de 50 profesionales que podemos discriminarlos de la siguiente manera; 10 actuaron antes que Vance, 15 fueron contemporáneos a su permanencia en Chile y los restantes 25 operaron posteriormente a su alejamiento en agosto de 1850. Como dato complementario de esta evaluación, es preciso apuntar que el 90% de estos daguerrotipistas y ambrotipistas fueron extranjeros y sólo un 10% eran de nacionalidad chilena.

Con justicia debemos destacar la importancia fundamental que tuvieron los daguerrotipistas extranjeros en América Latina; el invento fue originario de Francia y la primera oleada provino de esa nación, pronto se sumaron ingleses. alemanes, italianos o suizos. A los europeos se agregaron con celeridad los norteamericanos, quienes contaban a su favor con la cercanía geográfica a estas plazas y una pujante industria de apoyo; unos y otros fueron los verdaderos padres de la fotografía en estas naciones y así están reconocidos por la historia. Ellos instalaron sus primitivos atelieres en las principales ciudades, recorrieron esta dilatada y difícil geografía, realizaron vistas urbanas y rurales, documentaron sitios arqueológicos y tomas antropológicas, realizaron exposiciones de sus obras, publicaron noticias, retrataron a buena parte de la sociedad de la época y fundamentalmente se destacaron como docentes en la formación de discípulos.

En su expansión continental los daguerrotipistas europeos y norteamericanos se enfrentaron comercialmente, esta lucha no sólo abarcó la captación de clientes en el campo de la retratística, también la puja se extendió a la faceta industrial, pues unos y otros representaban de hecho a los fabricantes de material daguerreano con sede en el viejo y nuevo mundo. Firmas proveedoras de Francia, Inglaterra o Alemania competían con sus similares americanas para ubicar sus manufacturas, por otra parte la constante evolución técnica de la fotografía fue el causante de ríspidas discusiones entre profesionales de distintas banderas, estas diferencias aún hoy se pueden constatar consultando en archivos los diarios de la época.

Cámaras de daguerrotipo, lentes diversos, estuches de tafilete o unión case, joyas para retratos miniatura, manuales de instrucción, planchas daguerreanas, todo provenía de estos países líderes. Podemos afirmar que muchos de estos daguerrotipistas viajeros, fueron en realidad encubiertos vendedores de equipos, su "modus operandi" consistía en instalarse en una ciudad de importancia, ganar dinero con la venta de retratos y al poco tiempo ponían todo el negocio en venta, lucrando con la transferencia de equipos de toma y revelado y hasta cobraban por la enseñanza de este nuevo oficio. Muchos establecimientos de retratos funcionaron paralelamente como proveedores mayoristas de material daguerreano. En este proceso de luchas y rivalidades América Latina estuvo absolutamente ausente. Es que en ninguna de estas nuevas naciones surgió una fábrica de elementos daguerreanos, en contraposición a lo que sucedió en los Estados Unidos, donde una ciudad - Daguerreville - se fundó alrededor de una empresa de estos suministros (4)

Robert H. Vance no fue ajeno a estas luchas, observando con atención sus anuncios de prensa, vemos que enfatiza su carácter de daguerrotipista norteamericano, mencionando incluso las medallas ganadas en Nueva York y Filadelfia, estos mensajes públicos contenían un doble discurso, por un lado proclamaba su pertenencia a uno de los grupos y por el otro lado trataba de captar clientela entre la rica colectividad americana de Chile. Lógicamente, las distintas cámaras que poseía Vance para el ejercicio de su profesión y el stock de material daguerreano para atender la clientela, provenían de las fábricas americanas y lo acompañaron en su viaje marítimo desde Boston.

Vance y Hoytt actuaron intensamente durante todo el mes de marzo de 1847 en Valparaíso, por supuesto el rubro más explotado fue la retratística. El final del verano se presentaba con la fuerte luminosidad propia de estas latitudes, tan necesaria para la toma de retratos en el interior de los estudios vidriados.

Este fue el primer contacto profesional y humano de Vance en Chile, aquí pudo apreciar las costumbres de este país latinoamericano, con su mezcla racial, la herencia española, la influencia de los criollos, las comidas típicas, la religiosidad del pueblo dirigida por la poderosa Iglesia Católica y la práctica diaria del idioma castellano que tendrá que ejercitar durante tres años y medio.

Un mes después de esta inauguración, o sea a principios de abril de 1847, la firma comercial de Vance y Hoytt decide mudarse a Santiago. Esta decisión empresarial coincide con muchos daguerrotipistas y fotógrafos, cuyas actividades fueron un péndulo comercial entre Valparaíso y Santiago.


Vance y Hoytt retratistas en Santiago

A principios de abril de 1847 arribó a Santiago el equipo norteamericano de Vance & Hoytt, venían éstos a conquistar comercialmente la capital de Chile. La plaza era muy competitiva, en ella trabajaban otros daguerrotipistas y hasta había que disputarle clientes a los pintores retratistas al óleo y a los diestros miniaturistas, tan de moda por aquellos años.

La primera medida de Vance, fue una inteligente jugada, pues decidió alquilar el mismo estudio comercial que habían ocupado hasta ese momento los renombrados daguerrotipistas Charles V. y Jacob Ward; este local estaba ubicado en la céntrica calle Monjitas, a sólo tres cuadras de la Plaza de Armas. De esta manera el joven Robert heredaba indirectamente el prestigio acumulado por estos veteranos artistas, quienes establecidos en Chile desde 1844, manifestaban por la prensa, haber realizado más de 500 retratos de la alta sociedad y cuya calidad reputaban como "... irrecusables".

Probablemente existió una relación entre Vance y los hermanos Ward y que de esta relación nacieron muchos de sus proyectos futuros. La vida aventurera de estos artistas es interesantísima; hijos de Caleb, ambos nacieron en Bloomfield, New Jersey. Trasladados a América ambos realizaron innumerables pinturas, bosquejos y sobre todo, daguerrotipos paisajísticos de Chile, Bolivia, Perú, Panamá, Cuba y Jamaica (5)

Esta descomunal actividad artística de los Ward, orientada hacia la documentación visual de la geografía y la realidad humana y social de América Latina, debió influir poderosamente en el joven y ambicioso Robert H. Vance. De aquellas conversaciones en Santiago de Chile con estos aventureros de la cámara - un Ward ya tomaba daguerrotipos en La Habana durante 1841 -debió nacer el deseo de un proyecto similar que, años después pondría en la práctica apuntando su cámara de placa entera sobre los yacimientos, poblados y mineros que protagonizaron la famosa "fiebre del oro" de California.

En poco tiempo y gracias a una inteligente campaña periodística, desfilaba por los salones de Vance y Hoytt la mejor sociedad de Santiago, funcionarios de gobierno, sacerdotes, abogados, militares, comerciantes, terratenientes y por supuesto, respetables damas con sus niños, la fama del atelier se extendió más allá de la capital y sus ecos llegaron hasta las ciudades de provincia.

Por sus avisos en la prensa sabemos que, durante 1847 y teniendo como base el establecimiento de la calle Monjitas; efectuó giras de trabajo por el interior del país,. Está comprobada su estadía en el puerto de Coquimbo u en otras importantes ciudades como Concepción al sur de Chile. Vance laboró activamente en Santiago durante 10 meses, luego la sociedad decidió la vuelta al puerto de Valparaíso, en diciembre de 1847 iniciaron el camino de retorno hacia la ciudad de los muelles.

Un detalle nos demuestra la popularidad alcanzada por Vance en tan corto tiempo; la obsesión por la excelencia de sus trabajos artísticos y el nivel alcanzado por su estudio de la calle Monjitas, fueron aprovechados por un anónimo daguerrotipista sin escrúpulos, quien luego de la partida de los americanos, ocupó las mismas instalaciones y se promocionaba como "...sucesor de la firma Vance & Hoytt". Éstos reclamaron de inmediato por la prensa del Puerto aclarando que no habían dejado sucesor alguno en la capital y no responsabilizándose por las acciones de este impostor. Se supone que este daguerrotipista podría haber sido Francisco Deriberpré, un francés que se vio envuelto en incidentes policiales en su profesión.

Es interesante señalar por último, que el edificio utilizado como atelier por Vance & Hoytt, pertenecía a una familia de apellido Lazo, las instalaciones de este local sobre la calle Monjitas debía ser muy apropiada para el ejercicio de esta profesión, pues fueron utilizadas sucesivamente por los hermanos Ward, luego la ocuparon Vance & Hoytt, a continuación un daguerrotipista anónimo, luego Francisco Deriberpré y hacía octubre de 1848 se encontraba trabajando un daguerrotipista europeo de apellido Staber, anunciando que lo hacía con una cámara perfeccionada de daguerrotipos recién recibida de París. Los salones de toma debían ser muy luminosos, pues la construcción estaba ubicada en la calle Monjitas esquina Claras y recibía luz natural desde dos arterias.


Copiapó, la California chilena

El viaje de trabajo que en el invierno de 1848 realizó Vance a la región de Copiapó,tuvo una influencia importante en la decisión de realizar años después, las famosas 300 vistas al daguerrotipo sobre la fiebre del oro en California. Desde su arribo a Chile en 1847, Vance tenía conocimiento sobre las ricas minas de plata que se explotaban en Atacama; decidido a conocer la región y probar de paso fortuna con sus cámaras de daguerrotipo, embarcó rumbo a Copiapó a principios de agosto de 1848. De momento abandonó su galería de la calle de la Aduana Nº 113 en el puerto y emprendió esta nueva gira solo, sin acompañante alguno. Utilizó para este fin uno de los frecuentes vapores que recorrían hacia el norte la costa del Pacífico con destino a el Callao, Perú; luego de dos días de navegación, con escalas en Coquimbo y Huasco, arribó al pequeño puerto de Caldera, desde allí y en diligencia cubrió los 80 kilómetros de distancia que lo separaban de Copiapó.

Por aquellos años se podía decir que, si Santiago era la capital de la nación y Valparaíso el gran puerto de ultramar, Copiapó se preciaba de ostentar el título de reina de la minería chilena. Ya desde la época incaica se extraía mineral de plata, pero fue en 1832 cuando un indio - Juan Godoy - descubrió en forma casual los riquísimos yacimientos de Chañarcillo. A partir de ese año la plata se extrajo aquí por toneladas, volcando millones de pesos sobre aquellos audaces mineros, que arriesgaban sus vidas en una de las geografías más inhóspitas del planeta.

En los improvisados campamentos de pico y pala todo era actividad y bullicio, sobre las laderas de estas montañas se afanaban por igual indios y criollos, ingenieros alemanes junto a tahúres norteamericanos o comerciantes argentinos, en los barracones y tiendas de campaña se ofrecían cientos de mujeres dedicadas a la prostitución.

Lógicamente, tal concentración de oportunidades, peligros y riquezas, debieron ejercer un fuerte magnetismo sobre este audaz empresario de sólo 23 años la sorprendente similitud entre Copiapó y California en la búsqueda enloquecida de la plata y el oro, fructificaría años después en el proyecto daguerreano de Vance, de reproducir en un gigantesco friso o panorama visual, esta saga irrepetible de la eterna ambición humana.

También en Copiapó, Vance se ubica entre los pioneros en ejercer la nueva profesión de daguerrotipista, ubicándose en el cuarto lugar, luego de la actuación de un itinerante anónimo durante 1846, de los hermanos Ward en 1847 y del Chileno Francisco Sainz en 1848. La habilidad con que el hombre de Maine manejaba su propia publicidad, esta perfectamente demostrada en este viaje a Copiapó; usando el suspenso y la curiosidad, manda insertar con anticipación, anuncios sobre su inminente arribo a esta ciudad, creando una lógica expectativa entre los 10.000 habitantes de esta capital atacameña.

La mañana del 25 de julio de 1848, los habituales lectores del periódico "El Copiapino" - fundado el 10 de abril de 1845 por el escritor José Joaquín Vallejo - se sorprendieron al leer el siguiente aviso destacado:
A LOS AMIGOS DEL DAGUERROTIPOR. H. Vance, el célebre retratista de Daguerreotipo quien ha ganado las medallas de oro y plata, las dos, primeros premios y los dos honores más altivos al National en Nueva York y Filadelfia Institutos en los Estados Unidos, por los más hermosos retratos en colores por el Daguerreotipo y quien ha estado operando con tanto suceso por el año pasado en Santiago, y Valparaíso, Coquimbo, etc., se espera que por el diez del próximo mes estará en nuestra ciudad; cuando se presenta una oportunidad para todos de asegurar una semejanza perfecta de ellos mismos o de sus amigos.
Copiapó, Julio 25 de 1848.
Cuando afirma que sus retratos pueden alcanzar "...una semejanza perfecta de ellos mismos o de sus amigos" comprendemos que, a sólo siete años de distancia de la introducción del daguerrotipo en Chile, estas imágenes se presentaban todavía para esta comunidad de provincia, como un método casi milagroso de obtener retratos sin paletas ni pinceles; todavía se vivía allí la etapa del misterio que giraba alrededor del invento de Monsieur Daguerre.



Aviso publicado en El Copiapó de Copiapó el 25 de julio de 1848 y
las ediciones subsecuentes anunciando el inminente arrivo del célebre daguerrotipista R. H. Vance.



No disponemos de información sobre el tiempo que permaneció en Copiapó, seguramente fueron varias semanas de trabajo, empleadas en su mayor parte a tomar retratos de vecinos destacados y mineros enriquecidos; conjeturamos que aprovechó su estadía para tomar vistas documentales de esta famosa región, incluyendo la ciudad de Copiapó, el puerto de Caldera, el poblado de Juan Godoy en Chañarcillo y diversos registros sobre el laboreo de las minas de plata (6)


Un puerto sobre el Pacífico

En 1847 Valparaíso era el gran puerto chileno hacia el mundo, en especial su tráfico naval se volcaba sobre la extensa cuenca del Pacífico, sobre sus muelles se apiñaban centenares de navíos de todas las banderas y el libre comercio convertía a esta ciudad en un activo centro bursátil, repleto de depósitos con manufacturas y materias primas en tránsito. Sabemos que a partir del 10 de diciembre de 1847, Vance y Hoytt ya se encontraban operando con sus cámaras en esta ajetreada comunidad portuaria.

Por motivos que desconocemos, hacia fines de enero de 1848 se disuelve la sociedad entro ambos americanos, ignoramos la identidad precisa de este Hoytt, los historiadores Floy and Marion Rinhart (1981) mencionan en su obra "The American Daguerreotype" a Samuel Hoytt operando una galería en Lowell, Massachusott durante 1849, curiosamente de este estado provenía Vance, por otra parte, investigadores cubanos y mexicanos mencionan a un tal Randall W. Hoit trabajando desde 1841 a 1848 entre La Habana y Ciudad México. (Haya 1980) (7)

En febrero de 1848 se produce una importante novedad. Vance decide instalarse sobre la céntrica calle de la Aduana, en el número 113, al frente de esta galería permanecerá en forma ininterrumpida, sólo o en sociedad, durante los próximos dos años y medio, hasta que en agosto de 1850 decide su retorno a California. Desde el inicio, este atelier se convierte en el punto de cita de la sociedad elegante de la época, la rica colonia extranjera es el pivote sobre el que girará buena parte de la estrategia comercial de Vance, ellos y los chilenos acaudalados serán atendidos por este joven artista, de excelentes modales y educación esmerada; sus años con la sofisticada sociedad bostoniana serán aquí de enorme provecho.

Es que este sector de la ciudad era muy importante, la calle de la Aduana - después A. Prat - desembocaba en un ángulo estrecho sobre la calle Cochrane, a 100 metros se desplegaba la zona portuaria y a la vuelta manzana se erguía el edificio de la Intendencia de Valparaíso, muy cerca estaban el Consulado Inglés, el Correo y las Comisarías del Ejército y la Marina.

Este atelier formaba parte de los negocios más renombrados del centro de la ciudad, la circulación de vehículos y peatones era intensa sobre la calle Aduana, el negocio instalado en el número 113, formaba parte de un edificio mayor construido sólidamente sobre dos plantas; por la caprichosa geografía de la montaña, la edificación era angosta y se prolongaba hasta la esquina de la calle Cochrane, sus puertas y ventanas daban hacia ambas arterias.

Vance disponía en la planta baja, de salones para la correcta atención al público y para la exposición de sus diversas obras, luego los clientes debían dirigirse por una escalera hacia la planta alta, aquí funcionaba una encristalada galería de tomas, provista de cortinados corredizos para filtrar los rayos solares, diversas cámaras de madera se complementaban con los conocidos ganchos sujetadores, mesas, sillas y otros accesorios para la obtención de retratos; las condiciones lumínicas de esta galería se veían favorecidas por la circunstancia de dar a dos calles a la vez.

Valparaíso era una plaza comercial muy codiciada por los daguerrotipistas de la época, lógicamente la competencia era encarnizada, sin embargo la fama alcanzada por Vance, está demostrada por el reconocimiento de sus mismos colegas como lo fue el caso de W. Helsby. En marzo de 1849, el daguerrotipista inglés William G. Helsby, anuncia en las páginas de "El Mercurio" que se ha mudado desde su local en los "altos" de la relojería de Monsieur Mouat a un nuevo atelier sobre la calle de la Aduana Nº 111, explicando a los lectores porteños, que este negocio se encuentra justo "al lado de los daguerrotipistas Vance y Mason".

La competencia más dura de Vance en Chile estuvo representada por la firma Helsby, pared de por medio. La lucha se prolongó hasta agosto de 1850, cuando Robert decide volver a los Estados Unidos e instalarse en California. Sabemos por el historiador Eugenio Pereira Salas (1942), que Aduana 113 fue adquirida por Helsby, incorporando este atelier a sus instalaciones, por otra parte Hernán Rodríguez Villegas (1985) nos informa que en abril de 1853, Tomás Columbus Helsby, hermano del anterior, ocupa la sede de Vance en Aduana 113, cuando ingresa a la empresa familiar chilena, luego de su actuación en Buenos Aires, Argentina (8).



Valparaiso, Chile. Esquina de las calles Aduana (izq) y Cochrane (der)
conocida durante mucho tiempo como Helsby´s corner. Helsby ocupaba
el edificio de la esquina. La galería de Vance estaba ubicada junto
a la de Helsby,sobre la calle de la Aduana.



Daguerrotipos de vistas en Chile

En el transcurso de nuestras investigaciones sobre la trayectoria fotográfica de Vance en Chile, un hecho nos llamó poderosamente la atención, la falta absoluta de referencias en la prensa, por este hábil americano, sobre la modalidad comercial de vistas al daguerrotipo de ciudades o paisajes.

La historia de la fotografía nos señala que, este tipo de registros urbanos o rurales, formaba una parte importante del negocio de aquellos profesionales, pues estas magníficas imágenes se vendían a precios elevados. Sabemos que algunos colegas contemporáneos de Robert H. Vance apelaron a estos recursos en sus ventas, por ejemplo J. W. Newland, activo en Valparaíso hacia julio de 1847, ofrecía al público hermosas vistas al daguerrotipo de el Callao y Arequipa, por otra parte, el gran competidor de Vance, William G. Helsby, anuncia en mayo de 1850 que dispone para la venta vistas sobre Valparaíso y el puerto de Caldera; estos ofrecimientos, amén de incrementar las ganancias del negocio, formaban parte de campañas publicitarias para otorgar mayor renombre y prestigio al daguerrotipista.

La región de provincias, tampoco le era ajena a Vance, no olvidemos que a su larga permanencia en Santiago y en especial Valparaíso, hay que sumarle las tres extensas giras de trabajo que realizó por el interior de Chile, sabemos que en estos viajes lo acompañaba una cámara de daguerrotipo del formato para placa entera, ideal para tomas paisajísticas de puertos, ciudades, yacimientos mineros y curiosidades geográficas.

Hay que señalar que Valparaíso, como en el caso de San Francisco, era una ciudad apetecible para los daguerrotipistas especializados en vistas, pues presentaba condiciones excepcionales para la toma de registros panorámicos - esto se conseguía por la impresión de varias placas consecutivas - gran parte de la ciudad y la zona portuaria se encontraban al nivel de la bahía, rodeada por cerros de gran altura, allí se ubicaban varios miradores privilegiados, como la cueva del Chivato o el cerro de la Artillería, que se convertían en puntos ideales para trabajos de esta naturaleza.

En este sentido, se conocen trabajos y referencias de daguerrotipos de vistas y panorámicos sobre el viejo Valparaíso, quizás la obra más temprana fue tomada por William G. Helsby y grabada sobre piedra litográfica por la firma inglesa MacLure & MacDonald, se conoce el registro de Boheme & Bleyfus, Litografía de Carl Fuchs, Hamburgo, también un daguerrotipo panorámico tomado por Adolfo Alexander en 1851 y que se perdió en Buenos Aires durante la década de 1950, no podemos dejar de mencionar la popular litografía de Ackermann & Cía. de Londres basada en un daguerrotipo panorámico tomado por el norteamericano Arthur Terry en 1854.

Estos antecedentes y posibilidades no podían ser desconocidos para Vance cuya actividad profesional se centró en Valparaíso, sin embargo nos llamó la atención el hecho que, tanto sus avisos publicitarios en esta ciudad, como en Santiago y Copiapó, jamás menciona la posibilidad de tomar o vender vistas al daguerrotipo, como lo hacían otros colegas.

Esta grave falencia en el futuro autor del mayor panorama daguerreano de los Estados Unidos, no dejaba de causarnos una enorme extrañeza ¿Cómo era posible que Vance, luego de más de tres años de permanencia en Chile, donde además viajó a varias ciudades del norte y sur del país, no ofreciera en venta estas grandes imágenes?.

La solución a estas preguntas sin respuestas, nos fueron proporcionadas recientemente por el historiador Peter E. Palmquist (1991), quién nos envió referencias sobre el catálogo editado por Vance en 1851, donde figuran - junto a otros registros de América del Sur y Central - tres vistas chilenas referidas a Valparaíso.

Bajo los números 109, 130 y 131 se describen: una vista mostrando un sector preciso de Valparaíso, la siguiente toma es un registro sobre la casa o sede del Almirante Inglés en Valparaíso - apuntamos que el Consulado Británico estaba ubicado a la vuelta de su galería, en la calle Cochrane - y la última describe una vista de Valparaíso, tomada desde la casa del Cónsul de los Estados Unidos donde se observan a lo lejos, el fuerte y algunas barracas, creemos que se hace referencia aquí al Fuerte de San Antonio y a los grandes depósitos de mercadería, llamados Almacenes Fiscales.

Ahora deducimos que, la ausencia de referencias puntuales sobre vistas al daguerrotipo chilenas en la prensa, fue en definitiva una estrategia comercial de Robert H. Vance, quien se estaba reservando estas obras excepcionales de la nueva fotografía con un solo fin, llevarlas a los Estados Unidos para incluirlas en un futuro espectáculo visual, que mostraría a través de cientos de imágenes fidedignas, la realidad geográfica, urbanística y social del continente americano.

En definitiva, ahora sabemos que por lo menos tres vistas chilenas tomadas por Vance entre 1847 a 1850, lo acompañaron en su viaje de regreso a California, fueron incluidas en su catálogo y formaron parte del espectáculo itinerante ideado por este ambicioso joven para ser mostrado al pueblo norteamericano.

En todo caso y tal como ya lo señalamos, la toma de estos daguerrotipos chilenos - junto a los de Perú, Panamá y México - es el comienzo ideológico de un proyecto fotográfico, que un año después cristalizaría en la famosa exposición de los 300 daguerrotipos de vistas sobre California. Seguramente el hecho que lo proyectó a la fama y por lo cual su nombre hoy figura en forma destacada en la historia de la fotografía de los Estados Unidos, pero la idea original había surgido en Chile y se afianzó con las numerosas tomas en el Callao, Lima, Cuzco, Panamá y Acapulco.

Sabemos que el desarrollo del daguerrotipo en los Estados Unidos y en América Latina tuvo características dispares, mientras que en el gran país del norte se tomaron millones de daguerrotipos gracias a la actividad de miles de profesionales, al sur del continente este sistema estuvo circunscripto a una pequeña clase social de terratenientes, ricos comerciantes, sacerdotes y jefes militares.

Esta diferencia cuantitativa, también se ve reflejada en los daguerrotipos de vistas, si bien la pérdida o destrucción de la colección Vance fue un duro golpe para los Estados Unidos, las escasas obras sobre las principales ciudades latinoamericanas sobre la cuenca del Pacífico fue de hecho una pérdida aún mayor, pues estos países en la actualidad casi no poseen este tipo de obras.


Vance y Mason en Valparaíso

Luego de su separación en febrero de 1848 con Hoytt, detectamos en la prensa del puerto, algunos avisos bajo la razón social de Vance y Cía., ignoramos la identidad de sus asociados, pero esta firma operaba con atelier en la calle de la Aduana Nº 113. Durante cierto tiempo, Robert H. Vance se dedica al negocio del daguerrotipo en forma solitaria, sin socios, este período abarcó desde febrero de 1848 hasta diciembre del mismo año, pero la sede seguía ubicada en Aduana Nº 113. En el invierno de 1848 Vance realiza una extensa gira de trabajo por las principales ciudades de la costa, la misma abarca los meses de Julio y agosto y se detiene especialmente en la rica ciudad minera de Copiapó, en este viaje combina la tarea retratística con la toma de vistas urbanas y rurales sobre la geografía chilena.

No tenemos evidencia plena sobre la fecha, pero suponemos que fue en diciembre de 1848, cuando Vance decide nuevamente formar una sociedad para la explotación del daguerrotipo en Valparaíso. Suponemos que Mister Mason - tal era el apellido de su flamante socio - era de origen norteamericano, en todo caso esta nueva razón social también operaba en las instalaciones de Aduana Nº 113.

Durante esta etapa se incrementan los anuncios en la prensa, donde dicha sociedad ofrece a la clientela porteña, la posibilidad de los novedosos retratos del tipo miniatura. Históricamente sabemos que por aquellos años, el flamante daguerrotipo debía competir palmo a palmo con la popular miniatura pictórica, es que la sociedad de la época estaba muy acostumbrada a los diminutos retratos al óleo. Pintores miniaturistas y daguerrotipistas se enfrentaron duramente en el ejercicio de sus profesiones, aunque al final, muchos de aquellos artistas de paleta y pincel se pasaron de bando, algunos iluminando por encargo las pequeñas planchas daguerreanas y otros ejerciendo este nuevo oficio en forma independiente.

En todo caso no podemos dejar de señalar, como un hecho curioso, la etapa de Vance en Chile como daguerrotipista de miniaturas, dado que años después cimentaría su fama, pero como el autor de centenares de daguerrotipos de placa entera sobre la realidad californiana.

Durante el mes de junio de 1850 constatamos que realizó otro extenso viaje por la costa chilena, mientras Mason atendía la galería en Valparaíso, evidentemente la época invernal era propicia para estas giras por el interior del país donde el negocio consistía en retratar a las familias prominentes en aquellas capitales provinciales. Están documentadas las expediciones daguerreanas, que Vance efectuó por el interior de Chile durante los años 1847, 1848 y 1850, aunque no descartamos la posibilidad que haya efectuado otros viajes.
El servicio de cabotaje sobre la costa oeste del continente era efectuado hasta la década de 1840 por veleros, pero a partir de octubre de ese año, fueron incorporados los navíos propulsados a vapor, como el "Chile" y el 'Perú" de. la empresa londinense "The Pacific Steam Navigation Company" gracias a las gestiones del norteamericano William Wheelwright pionero de las comunicaciones en América del Sur.

Gracias a los ricos yacimientos argentíferos de Chañarcillo y Tres Puntas en la región de Atacama, Valparaíso transitaba hacia fines de la década de 1840, por una de sus etapas más prosperas, esta circunstancia, sumada al activo comercio chileno con California y el constante flujo de pasajeros y mercaderías hacia aquellas minas de oro, convertían a esta ciudad en la perla del Pacífico. En este vertiginoso ritmo de grandes negocios y ambiciosos empresarios se movían los daguerrotipistas Vance y Mason, el dinero corría fácilmente por las estrechas calles del puerto y esta prosperidad se volcaba también sobre los salones del elegante atelier de la calle Aduana Nº 113.

Siempre en sociedad con Mason, el joven Robert continuó trabajando durante todo el año de 1849 y parte de 1850, uno de sus últimos avisos de prensa fue publicado por "El Mercurio" de Valparaíso el 20 de julio de 1850, por la riqueza de noticias que contiene, preferimos incluirlo en forma textual:

MINIATURAS DE DAGUERROTIPOR. H. Vance tiene el honor de informar a los respetables habitantes de Valparaíso y su vecindad, que habiendo vuelto de su viaje a la costa, tomará por sí mismo el manejo de las piezas de daguerreotipo, teniendo mucho gusto en ponerse a servir a todos los que necesiten una semejanza perfecta de ellas mismas o de sus amigos.
Mr. Mason tomará a su cargo el ramo de grabados e impresiones y todas las órdenes con que se nos favorezca serán en adelante fiel y puntualmente atendidas.

Ahora es la ocasión
Vance y Mason, deseando marchar a California ofrecen en venta su establecimiento con condiciones muy favorables y ofrecen instruir al comprador en el término de un mes en todos los conocimientos del arte daguerreotípico con más perfección que muchos de los que han trabajado en este negocio durante los últimos cinco años. Las ganancias líquidas del establecimiento han sido de 300 a 400 pesos mensuales en los 18 meses últimos. Las personas que deseen entrar en este negocio deben acudir pronto.
43 - Julio 20.
Calle de la Aduana núm. 113.

Un mes después de este anuncio o sea en agosto de 1850, se disuelve la sociedad entre Vance y Mason y se supone que ambos retornaron a los Estados Unidos. Sobre el daguerrotipista Mason se conocen pocos datos, suponemos, como en el caso de Hoytt, que se trataba de un profesional norteamericano proveniente de la costa este. Los historiadores Floyd y Marion Rinhart señalan la existencia de seis daguerrotipistas con este apellido; L., A. P., John, Thomas, James H. y William G. Mason, nuestro personaje pudo ser alguno de ellos o quizás ninguno. En todo caso podemos afirmar que no se conocen actuaciones suyas en Chile anteriores o posteriores a la sociedad con Vance, que duró en total un año y medio, tampoco hemos hallado daguerrotipos identificados con su firma.

Como ya lo habíamos mencionado, el establecimiento de la calle Aduana Nº 113, fue inaugurado por Vance en febrero de 1848 y estuvo bajo su permanente dirección artística hasta el 1º de agosto de 1850, en el transcurso de estos dos años y cuatro meses, su negocio alcanzó gran renombre entre la sociedad local y se ganó también el respeto de sus colegas.

A pesar de sus ofrecimientos en la prensa del puerto, el famoso atelier no fue vendido a ningún principiante en el arte de Daguerre, su nuevo propietario sería William George Helsby, el vecino de pared de por medio y su más fuerte competidor; éste utilizó las instalaciones de Vance para ampliar su popular galería de retratos, la cual ya era conocida por la población como el 'Helsby's Corner" años después trabajarían aquí Thomas y John Helsby, hermanos de William (9)

Con respecto a Robert H. Vance, debemos señalar que antes de 1847 y después de 1850, no se conocen actuaciones suyas en Chile. Su dedicación exclusiva al arte del daguerrotipo en Chile está confirmado por nuestras investigaciones, las que indican que nunca ejerció otra profesión paralela, como la de dentista, joyero o profesor de idiomas, un recurso muy común entre otros daguerrotipistas durante la década de 1840. No apeló siquiera a otras posibilidades dentro de su negocio, como la de convertirse en proveedor de material daguerreano o la de ejercer la enseñanza de esta nueva profesión para discípulos chilenos.


Valparaíso, Chile, Daguerrotipo de placa entera atribuído a R. H Vance
Colección Mathew Isemburg



A través de los diarios chilenos sabemos que sus firmas comerciales fueron las siguientes: "Vance & Hoytt", "Robert H. Vance", "Vance y Cía." y "Vance & Mason"; seguramente cuando en el futuro aparezcan retratos y vistas de su autoría, estas firmas serán confirmadas.

Finalizando este trabajo, no podemos dejar de mencionar algunas conclusiones que nos parecen de importancia para definir las pemanencia de Robert H. Vance en Chile. Confirmamos la presencia efectiva de Vance en Chile, desde marzo de 1847 hasta agosto de 1850; su identificación está comprobada gracias a los avisos de prensa, sabemos que no se trata de un pariente u homónimo, pues los diarios lo presentan como Robert. H. Vance. Podemos afirmar que durante este lapso de tiempo no se ausentó del territorio chileno, usando también como fuente documental los diarios de la época.

Su pionerismo en la historia de la fotografía en Chile, está demostrada, toda su actuación en esta nación se enmarca dentro de la temprana etapa del daguerrotipo, el calotipo inglés todavía no había arribado a estas costas - fue introducido por Adolfo Alexander en 1851 - y ambrotipos y ferrotipos fueron sistemas posteriores; inclusive debió utilizar estuches de tafilete o cuero marroquí para enmarcar sus retratos, dado que las populares cajas de termoplástico o "union case" fueron patentadas años después.

A su pionerismo en Chile, hay que agregar el de Perú, Panamá y México, aunque en estos países su paso fue fugaz, pues sólo lo movía el interés de documentar restos arqueológicos, grandes ciudades, bellezas naturales y monumentos. Otro de sus méritos consiste en ser uno de los primeros daguerrotipistas que mostró en los Estados Unidos, la realidad de estas naciones latinoamericanas y lo hizo públicamente a través de las imágenes insobornables del llamado "espejo con memoria".

La estadía de Vance en Chile, marcó a fuego todo su futuro, vino como un hombre del este y volvió como un aventurero del oeste; conoció a fondo el apasionante mundo de la minería, desde las vetas de plata de Chañarcillo y Tres Puntas, hasta las grandes operaciones bursátiles en Valparaíso; pudo palpar semana a semana la apasionante geografía de la cuenca del Pacífico; fue testigo de fuertes negocios; las grandes compañías de navegación lo contaron entre su pasaje; vivió finalmente, a metros de su galería, toda la increíble locura de la fiebre del oro.

A mediados de 1850, Vance decide volver a su patria, el hecho que haya escogido el nuevo estado de California no nos causa ninguna extrañeza, pero es la fecha de retorno la que se convierte en nuestro último interrogante ¿Por qué esperó más de dos años para tomar esta decisión?.

Sabemos que desde los primeros meses de 1848, veleros y vapores traían todas las semanas noticias increíbles sobre los fabulosos yacimientos de oro de California. Los diarios como "El Mercurio" ocupaba extensas columnas comentando estos sucesos, miles de chilenos se embarcaron hacia el norte y lo mismo hicieron los extranjeros, especialmente norteamericanos e ingleses, desde el Cabo de Hornos arribaban buques de todas las nacionalidades y los buscadores de oro se volcaban en las tiendas de Valparaíso comprando todas las vituallas necesarias de minería. ¿Y Vance ignoraba todo esto? ¿Cuál fue el motivo que lo retuvo tanto tiempo en Chile?.

Finalmente la decisión fue tomada, el 1º de Agosto de 1850 la prensa del puerto anuncia la disolución de la firma "Vance & Mason", poco después traspasa su querido atelier de la calle Aduana Nº 113 y se despide de su clientela porteña, acondiciona las cámaras y los elementos de laboratorio para el largo viaje, lo mismo hace con los delicados daguerrotipos de vistas chilenas, mudos testigos de su actuación en esta nación.

Tiene en ese momento sólo 25 años de edad, de los cuales cinco los ha empleado en forma intensiva en la práctica del daguerrotipo, ya es un veterano en esta flamante profesión y esta experiencia la va a volcar en un ambicioso proyecto que estuvo madurando poco a poco en América del Sur, California será testigo de uno de los reportajes visuales más rigurosos sobre esta etapa de la fiebre del oro y todo los Estados Unidos se asombrarán frente a estas imágenes obtenidas gracias a un joven de Maine llamado Robert H. Vance.

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Notas

(1) El más riguroso biógrafo de Vance, el historiador Peter E. Palmquist, nos ha alentado en la concreción de este ensayo histórico.

(2) Los datos biográficos de Robert H. Vance y sus primeros pasos en esta profesión, fueron perfectamente investigados por el historiador norteamericano Peter E. Palmquist

(3) Una nítida imagen sobre esta calle se puede apreciar hoy, gracias a un excelente daguerrotipo que muestra la fachada del atelier regenteado por John A. Whipple, actualmente en la colección de Chris Steele.

(4) Tampoco esta parte del continente contó con abundantes daguerrotipistas locales, la proporción de estos fue ínfima y todos ellos debieron aprender los rudimentos del oficio en estas tierras, pero como discípulos de aquellos "gringos"; por supuesto hubo excepciones, como la del argentino Desiderio Aguiar de San Juan, quién afirmaba haber viajado a Nueva York donde recibió lecciones del mismo Mathew B. Brady.

(5) Muchas de estas obras fueron expuestas posteriormente en la Academia Nacional de Londres en 1852.

(6) Durante 1987 realizamos una prolija investigación de campo sobre la etapa del daguerrotipo en Copiapó, amén de consultar los archivos documentales, tratamos de ubicar en la misma ciudad daguerrotipos de la época, el único museo local no poseía ninguna de estas obras y en colecciones particulares, como la del extinto historiador Carlos María Sayago de Caldera, no detectamos ningún retrato con la firma de Robert H. Vance.

(7) Lo que si podemos afirmar, es que en Chile no se conocen actuaciones anteriores o posteriores de Hoytt a las ya mencionadas, tampoco hasta ahora, se han ubicado obras que lleven su firma, estamos convencidos que Hoytt fue un socio menor en la firma y así lo indicaría su ubicación en la razón social, que en total duró solamente 10 meses.

(8) Los hermanos William, Thomas y John Helsby, oriundos de Liverpool, Inglaterra fueron los más renombrados daguerrotipistas de Chile, en forma escalonada actuaron desde el año 1846 hasta 1865, el principal establecimiento de este clan estaba ubicado sobre la esquina en ochava de la calle de la Aduana con Cochrane, este sitio fue conocido por muchos años como el "Helsby's corner" entre la colonia anglosajona. Al frente y arriba el negocio ostentaba un gran cartel con la leyenda "Helsby - Fundador 1842", fue regenteado por una sucesión de profesionales como Carlos Rowsell, Aquiles y Eugenio Courret, Pedro Garreaud, Félix Leblanc, Jorge Valck y otros, hacia 1930 todavía funcionaba como estudio fotográfico, entre cuyas viejas paredes trabajó en la década de 1840 el legendario Robert H. Vance.

(9) En febrero de 1986 visitamos - en una gira de investigación fotográfica - el Museo Histórico Nacional de Chile, este imponente edificio ubicado frente a la Plaza de Armas de Santiago, atesora la colección de daguerrotipos, ambrotipos y ferrotipos más importante del país, entre sus 70 u 80 piezas, no pudimos detectar ninguna obra con la firma de Vance, tanto en la modalidad de retratos como en vistas, lo mismo sucedió cuando consultamos colecciones públicas y privadas en Copiapó y Caldera.


martes, 8 de noviembre de 2011

El Transporte en la Argentina. Fotografías 1860 - 1960.

Una nueva muestra histórica se presenta en la FotoGalería del Teatro San Martín.

El martes 22 de noviembre a las 19 horas se inaugurará en la FotoGalería del Teatro San Martín –que dirige Juan Travnik– la muestra "El transporte en la Argentina. Fotografías 1860-1960".

Esta exposición de fotografía histórica argentina, integrada por imágenes de diferentes colecciones privadas, podrá ser visitada a diario hasta el domingo 11 de diciembre, y se repondrá luego en el comienzo de la temporada de 2012, de lunes a viernes desde las 12 horas y los sábados y domingos desde las 14 horas hasta la finalización de las actividades del día en el teatro (Avenida Corrientes 1530). La entrada es libre y gratuita.

Una nueva muestra de fotografía histórica, con las imágenes de las colecciones Cuarterolo, Guillermo Campion, César Gotta, Dirán Sirinian, Fernando San Martín, Carlos Marcelo Mazza, Delia Mazza, Silvio Killian, Roberto Conde, Juan Pangol y Abel Alexander, muestra un atractivo panorama de la evolución de los medios de transporte en la Argentina. En esta ocasión, las imágenes muestran desde transatlánticos y grandes barcos, lanchas y diferentes tipos de navíos de variada envergadura, hasta carruajes de alquiler, carrozas de desfiles, carros y colectivos. Automóviles, trenes, aviones, motos, tranvías, subterráneos y cuanto elemento se haya utilizado para el transporte, tanto público como privado. Las grandes obras, las estaciones y terminales de trenes y de ómnibus, las actividades de mantenimiento y diferentes curiosidades que a lo largo del tiempo han quedado registradas a través de la fotografía.

La curaduría de esta muestra fue realizada por Abel Alexander y Juan Travnik y cuenta con el apoyo de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía.

El transporte en la Argentina. Fotografías 1860-1960 continúa de esta manera con el ciclo en el que cada año se presenta en la FotoGalería una muestra de fotografía antigua, con el aporte siempre generoso de los coleccionistas argentinos de este tipo de imágenes.




El Transporte en la Argentina. Fotografías 1860 - 1960.
Desde el martes 22 de noviembre, 2011.
FotoGalería. Teatro San Martín.
Av. Corrientes 1530. Buenos Aires, Argentina.
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

+ INFO: http://www.complejoteatral.gob.ar/  / Descargar gacetilla de prensa AQUÍ

domingo, 30 de octubre de 2011

Excepcional muestra fotográfica de Franz Mayer en el Museo Isaac Fernández Blanco

Exposición temporaria
FRANZ MAYER
Fotografías
Colección Museo Franz Mayer - Ciudad de México
Inauguración: 2 de noviembre a las 18:30 Hs.





El ciclo de exposiciones fotográficas del Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernandez Blanco"dedica sus esfuerzos a la difusión de la obra de los grandes fotógrafos americanos y de los artistas viajeros que han aportado su peculiar visión al imaginario visual del continente. En esta oportunidad se presentan 57 fotografías tomadas por Franz Mayer y seleccionadas del importante cuerpo de imágenes que atesora el Museo homónimo de la Ciudad de México. La exposición, curada por Leila Makarius, Jorge Cometti y Héctor Borrel, se constituye en la primera actividad que desarrollarán los Museos organizadores, en el marco de la política de hermanamiento que desarrollarán ambas instituciones – El Museo Fernández Blanco de la ciudad de Buenos Aires y el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México- destinado a cooperar mutuamente en la difusión de sus acervos artísticos, en el intercambio técnico y profesional y en la promoción de sus programas culturales, actividad a la que ha sido también invitado a participar el Museo Nacional del Virreinato de Tepotzotlán.

               


Franz Mayer nació en Manheim, Alemania el 3 de septiembre 1882. Siendo aún muy joven, apenas con 19 años, dejó su país natal para vivir en Londres, Inglaterra. El 24 de marzo de 1905 salió del puerto de Dover en Inglaterra en el barco Prinz Joachim, con rumbo al puerto de Veracruz, México, donde llegó en un momento histórico idóneo para los extranjeros, pues el gobierno del Presidente Porfirio Díaz promovía la migración extranjera, especialmente de ciudadanos ingleses, alemanes y franceses. Durante tres años, trabajó como corredor de bolsa para una empresa privada, pero fue el 26 de julio de 1908 que compró un asiento en la Bolsa Mexicana de Valores, para laborar de manera independiente, acrecentando de manera considerable su fortuna. A mediados de 1919 realizó una compra clave para la formación de su colección, 1400 azulejos antiguos. Por otra parte, el 16 de Octubre de 1920, contrajo matrimonio con María Antonia de la Macorra, y ese mismo año la sociedad Científica Antonio Álzate lo reconoció como miembro titular. Tres años después, en 1923, su madre le envió desde Alemania una pareja de perros rottweilers, para comenzar con ellos su gran lista de mascotas, a las cuales siempre les profirió un gran amor y cuidado. Ese año, se considera, dio inicio su compilación de artes decorativas, que derivó con el paso del tiempo en una gran colección, principalmente de obras novohispanas, mexicanas y españolas.

Durante muchos años disfrutó de los deportes extremos, sin embargo en 1927, por problemas de salud, tuvo que abandonarlos, dedicándose por ello completamente a la fotografía. Afición que a la llegada de los años 40’ tuvo que abandonar ya que comentaba “para tomar fotografías es necesario viajar por todo el país, preferiblemente a pie y esto ya no lo hago”.

En 1928 y tras ocho años de matrimonio, la esposa de Franz Mayer falleció en Múnich Alemania, sin haber tenido descendencia. Aunado a la muerte de su esposa, los sucesos en Alemania, es decir, la toma de poder del partido nacionalsocialista (NAZI) con Hitler al frente y 28 años de vida en México, Franz Mayer se nacionalizó mexicano el 29 de diciembre de 1933, evitando de esta manera la expropiación de sus bienes, por el gobierno alemán y la intervención de los mismos por el gobierno mexicano, dado el ingreso de México a la Segunda Guerra Mundial.

En el año 1937 inició una nueva compañía Crédito Bursátil, S. A. y fue considerado miembro de la National Geographic Society en Washington, sin embargo no pasaría mucho tiempo (un año) antes de que vendiera su compañía al Banco Nacional de México. La Secretaría de Agricultura y fomento de México, en 1941, le reconoció por su contribución al estudio de las orquídeas mexicanas en colaboración con el Museo Botánico de Harvard University of Cambridge, y en ese mismo año, el 8 de junio constituyó la empresa Inversiones Bursátiles S. A. Tras una exitosa carrera, se retiró como corredor de bolsa en junio de 1945, en ese año creó un fideicomiso en el Banco de México y designó a los integrantes de su Comité Técnico o Patronato para que a su muerte, concretaran su sueño de establecer un museo de arte en la ciudad de México.

El 25 de junio de 1975 murió en su casa de la ciudad de México a los 93 años. Su colección particular y su fortuna, permitió que 11 años después, en 1986, el Museo Franz Mayer, abriera definitivamente sus puertas al público.



MUSEO DE ARTE HISPNOAMERICANO
ISAAC FERNÁNDEZ BLANCO
Palacio Noel
Suipacha 1422
del 2 de Noviembre de 2011 al 8 de Enero de 2012
Horarios de apertura: Martes a viernes de 14 a 19
sábados, domingos y feriados de 11 a 19
Entrada general: $1.- / Jueves: Gratis.

+ INFO: www.museos.buenosaires.gov.ar/mifb.htm