Siguiendo un oscuro mandato generacional -
que en su momento desconocía por completo - de mi tatarabuelo el
daguerrotipista alemán Adolfo Alexander (1822-1881), me dedique muy joven a la
fotografía profesional allá por el año 1963; obviamente y por falta de
medios para instalar un estudio fotográfico comercial, me dedique a la
fotografía social a domicilio, cubriendo con un sencillo equipo los clásicos
eventos familiares como casamientos, cumpleaños, primeras comuniones,
colegios y otros trabajos por el estilo.
Afincado en la localidad
de Muñíz, al casarme me mudé a la cercana Bella Vista,
partido de General Sarmiento, siendo entonces San Miguel y zonas aledañas
mi radio de acción fotográfica. Contaba con una cámara alemana modelo Contina
35 mm. de Zeiss-Ikon, pero me faltaba un flash profesional, que por aquel
entonces eran muy caros y en su gran mayoría importados.
Un amigo y colega, Jorge "Coco"
Reisz - perteneciente a una familia húngara de Muñiz exiliados de
la Segunda Guerra - me indicó que en la localidad de Vicente López
existía un fabricante artesanal de flashes profesionales, y lo más
importante, cuyos precios eran más convenientes que los importados de
Estados Unidos o Europa.
Un día nos encaminamos hasta la calle Saturnino
Segurola Nº 575 - entre General Lavalle y Agustín Álvarez - de
Vicente López, donde finalmente conocí al mentado fabricante de estos
equipos; resultó ser un simpático húngaro trotamundo que, en su deambular por
varios continentes, había recalado en la Polinesia Francesa donde conoció
a una exótica nativa de Tahití, con quién tiempo después viajó
hasta la lejana Argentina para iniciar juntos una nueva vida.
Nuestro empresario se llamaba Béla, nombre
muy popular en Hungría, pués varios reyes a partír del 1060
llevaron dicho nombre y, cuyo significado exacto se desconoce, perdiéndose
en la noche de los tiempos del pueblo húngaro.
Hacia la fecha Béla contaba con alrededor de 60
años, vivía en una antigua casona tipo chorizo con su
esposa tahitiana - quién poseía un fuerte acento francés -
la pareja no tenía hijos. La vivienda custodiada por un fiero
perro guardian, funcionaba también como taller y depósito, donde se podía
observar un confuso conglomerado de cables, lámparas, estuches y otros
insumos necesarios para la fabricación de estos equipos electrónicos.
Los flashes de Béla se comercializaban en todo
el país bajo la marca "Flashtronic", eran equipos de gran
potencia lumínica, con estuches de cuero en color marrón o negro, algunos con
formatos ergonómicos adoptados a la cintura. La lampara poseía un capuchón de
aluminio y la batería se encontraba instalada en la parte central del
estuche.
El equipo completo del flash se
vendía con la batería recargable, el correspondiente cargador
eléctrico, así como el barral metálico necesario para insertar lámpara y
cámara; Béla contaba hacia la fecha con un empleado, joven técnico en
electrónica al que se lo conocía con el apodo de "El Puntano" por ser
oriundo de la provincia de San Luis.
Use este fuerte y pesado flash durante toda
mi carrera fotográfica - algo más de 10 años - y nunca tuve
inconveniente alguno con su funcionamiento; décadas después y
ya alejado de esta profesión se lo obsequié a mi hijo Axel
quién, retomando la tradición familiar Alexander, se dedica
profesionalmente a la fotografía periodística y publicitaria.
Recientemente mi amiga la fotógrafa Nuri Mateu -
como todos nosotros habitué a las reuniones en el Museo Fotográfico Simik -
sabiendo de mi cariño por este especial flash, tuvo la gentileza de obsequiarme
su propio equipo, el cual adquirió de Béla hacia los primeros años de la década
de 1960; el suyo es un equipo en cuero negro, formato rectangular y doble
lámpara. Paralelamente Nuri me proporcionó varios datos complementarios - como
por ejemplo el teléfono de Béla que hacia la fecha era el número 797.3551
- sobre este pintoresco fabricante europeo, informaciones que
agradecemos e incluimos en este informe.
Desconocemos durante cuantos años Béla fabricó
estos especiales equipos para fotógrafos profesionales y tampoco que
cantidad de ellos fueron volcados al creciente mercado nacional
pero, a más de 50 años de distancia, remarcamos la
importancia de estos visionarios empresarios argentinos y europeos,
que gestaron con gran sacrificio e inventiva aquella incipiente industria
fotográfica nacional.
Definitivamente una esforzada saga empresarial,
que todavía espera ser rescatada a través de una exhaustiva
investigación histórica y su correspondiente libro testimonial,
Abel Alexander
8 de julio de 2012
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